Durante los próximos días quiero irles contando sobre algunos de los caballos que he tenido durante los años… cada uno de ellos tiene una historia particular… y cada uno de ellos me enseñó algo o dejó una huella en mi vida…

Mis primeras navidades fueron a escasos dos meses de haber nacido… y debajo del arbolito de navidad, en casa de mi abuelo, recibí mi primer caballito de juguete… A este le siguieron otros, hasta que a mis cuatro o cinco años, recibí ¡mi primer caballo de verdad!… era un Shetland Pony color blanco y le pusimos por nombre Macarroni…

En esa época ya nos habíamos mudado del campo a Guaynabo… y Macarroni transcurría su vida entre la finca en Naranjito y la casa de mi abuelo en Guaynabo… Para ese entonces (a mediados de los 60) Guaynabo no estaba urbanizado como ahora… y mi abuelo tenía una pequeña jaulita en el patio de su casa… También recuerdo que cuando lo llevábamos para la finca en Naranjito, mi abuelo sacaba los asientos de su “Rambler” y Macarroni se montaba en la parte de atrás…

Macarroni era un pony polifacético y versátil, lo mismo podía montarse, que podía halar un “quitrín”… y mi abuelo solía pasearme en el quitrín por toda la urbanización donde él vivía… También, cuando había un cumpleaños, Macarroni era la atracción de la fiesta y todos mis amiguitos querían dar un paseito…

Pero Macarroni no sólo fue mi primer caballo… sino que fue ¡el primer caballo del que me caí!!!… Lo siento, pero nadie puede llamarse “caballista” si nunca se ha caído o ha cogido una patada de un caballo…

En la finca teníamos un picadero al lado de las cuadras… le llamábamos el “redondel”… y una mañana me ensillaron a Macarroni para que le diera una vueltita… pero, quien puso la silla, no apretó el cincho lo suficiente… así que pasó lo inevitable: la silla se volteó y yo visité la lona por primera vez…

Que decirles… el saldo fue que perdí los dos dientes de al frente… y cómo todavía eran dientes de leche, estuve mella’o por mucho tiempo… pero esto son gajes del oficio… y aunque no le cogí miedo a los caballos, aprendí que si uno no es el que apera, al menos debe verificar que todo esté bien puesto…

No recuerdo en que año murió Macarroni… no murió en casa de mi abuelo, ni en la finca… resulta que como causaba tanta sensación en los cumpleaños, un día se lo pidieron prestado a mi abuelo… y como quien lo pedía era Luis Muñoz Marín, mi abuelo dijo que sí… Esa tarde, después de hacer su tarea y pasear a todos los niños que habían ido a la fiesta… le pusieron un cubo lleno de alimento al frente… y Macarroni se lo comió completo…así que tuve mi segunda gran lección, a los caballos les puede dar cólico… y si no se atiende a tiempo, puede ser fatal…

Bueno, esta es la historia de mi primer caballo… un par de años más tarde, a mi primo le regalaron una pony a la que llamó Grace (en honor a la enanita Grace de la Vega que salía en televisión) y heredaba el quitrín de Macarroni…

Tu comentario:

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*