No sé a ti, pero a mí me impactó mucho el último párrafo del Dr. Pompilio Brouwer en el artículo anterior… él nos dice que tanto en Puerto Rico como en la República Dominicana se desconocía –la interrogante que me hago es si aún se sigue desconociendo– “la mecánica intrínseca del paso fino en sí y ésta es la causa de las turbulencias emocionales que hacen que este deporte no progrese”… añade él que existe una disposición emocional por la cual “cada dueño, por puro cariño, cree que su caballo es el mejor”…
Esta realidad la vemos a diario… dueños que no tienen claro lo que debe ser un caballo de Paso Fino y a falta de un modelo, se han construido uno de acuerdo a sus preferencias… en el mejor de los casos, el modelo será su propio ejemplar… por eso les cuesta tanto conformarse si los jueces no le dan un premio… pues, ante la falta de objetividad, el suyo es el Paso Fino perfecto…

Esto contrasta con otra realidad del purismo, ésta mucho más dramática que la anterior… me refiero a cuando el modelo clásico ha dejado de ser el ideal ante los ojos del dueño o del montador o del criador, y se recurre a remplazarlo por nuevos modelos… ideales no inspirados en la historia, en la tradición o en la raza… sino en modelos económicos que otras razas han explotado… es ahí donde nuestra raza corre peligro… porque se pretende cambiar su definición… remplazando sus características primordiales, por los atributos –buenos o malos– que otras razas poseen… y menosprecian a los “pisaflores”, para aplaudir a los que hienden la tabla con fuerza… lo triste es que la meta de estos no es “mejorar” la raza, sino lograr un “producto” que sea viable económicamente…

“Pisa con tres patas mientras levanta una sola al aire, antes de colocarla a pie firme, para entonces levantar otras del mismo lado al aire desde el suelo, y así en sucesión. Los movimientos de las patas son en línea recta, sin ‘campanear’ o sea, sin tirar las patas afuera al estilo de los caballos andaluces, y al pisar no golpea el suelo con fuerza ni alza mucho la pata. Mientras camina, lleva el cuello en arco con la cola estirada. Las pisadas son más cortas y más rápidas que las del paso del caballo andaluz, y mientras mueve las dos patas de un lado en sucesión hacia delante, al mismo tiempo mueve las del otro lado hacia atrás. Las patas delanteras o manos tienen un leve movimiento lateral, mientras que el movimiento de las patas traseras es vertical, guiándolas sólo hacia arriba. Al caminar apenas se observa que levante o baje el lomo, pues los músculos de sus patas sirven para suavizar el movimiento, que impresiona casi como un deslizamiento por el suelo, con su caminar en forma que parece elástica, con pasos de igual pulsación en línea recta, los que resultan en la comodidad del jinete y en una marcha que no produce cansancio en el caballo, descrita como paso lateral de cuatro tiempos” (Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Historia, vol 6, núm. 21, 1979).

Como dice un amigo muy querido,
¡Qué viva el Paso Fino!