Los caballos están enraizados en nuestra historia y son parte de nuestra cultura. Tan es así que tenemos una raza autóctona, única en el mundo y propia de nuestra tierra Borinqueña. No sé como tú te sientas por esto, pero a mí me llena de orgullo y casi sin darme cuenta, me empuja a amar esta raza de caballo que Dios puso en nuestra tierra.

Quiero pedirte que, durante los próximos días, me acompañes a recorrer la historia de nuestra raza y de nuestro deporte: el Paso Fino Puro Puertorriqueño…

Llegada del caballo a América y Puerto Rico

Los caballos llegaron al Nuevo Mundo el 27 de noviembre de 1493 cuando Cristóbal Colón, en su segundo viaje, desembarcó 25 caballos y yeguas pertenecientes a la Hermandad de Granada en la isla de La Española. Estos eran caballos españoles de origen berberisco.

Existen tres versiones sobre quién trajo los primeros caballos a Puerto Rico:

  • Vicente Yáñez Pinzón, quien en el 1504 introdujo ganado porcino, vacuno y cabras, aunque es poco probable que dejara ganado caballar;
  • Juan Ponce de León, quien en mayo de 1509 trajo algunos caballos en la nave de Alonso de San Martín desde su Hacienda Ziguayagua, en Higüey;
  • Cristóbal de Sotomayor, quien en el 1510 importó caballos vía Santo Domingo hasta la isla de San Juan Bautista (Puerto Rico).

Lo que sí sabemos es que fueron caballos de origen berberiscos-español traídos desde la República Dominicana. Estos caballos se aclimataron a la isla y Puerto Rico se convirtió en un importante centro de cría caballar, exportando caballos hacia Venezuela y Perú.

En el año 1535 se le concedió permiso a Asencio Villanueva para traer sementales de Andalucía para su potrero de Jayuya. Esta es la primera constancia de una importación de caballos directamente de España a la isla.

Corridas de Caballo en las Fiestas de San Juan

Según Cayetano Coll y Toste, las Fiestas en honor al patrono San Juan Bautista se establecieron durante el tiempo del general Iñigo de la Mota Sarmiento (1637-1638). Con ellas comenzaron las tradicionales corridas de caballo que conocemos como “Las Carreras de San Juan”.

Dice el historiador Adolfo de Hostos, refiriéndose a la segunda mitad del siglo XVII, que se vivía “en plena era ecuestre, siendo el caballo el único medio rápido de transporte personal utilizable en un país que no tenía caminos afirmados”. El caballo de silla era el medio exclusivo de transporte en ese tiempo.

Primeros indicios de una raza

Existe un interesante comentario del naturista francés Andrë Pierre Ledrú que se remonta al 17 de julio de 1797. Luego de observar las Carreras de San Juan, Ledrú expresó:

“La velocidad de estos caballos indígenas es admirable; no tienen trote ni el galope ordinario, sino una especie de andadura, un paso tan precipitado que el ojo más atento no puede seguir el movimiento de sus patas.”

También el historiador Adolfo de Hostos nos indica en sus anotaciones que en el año 1849 se prohibieron las Carreras de San Juan, pero se permitió llevar a cabo el primer concurso de caballos documentado en la isla. Nos dice de Hostos que los ganadores de ese concurso fueron: Rompeolas, Redactor, Babieca, Moro y Caramelo. Luego prosigue diciendo:

“El estímulo que recibieron con estas medidas los criadores había dado frutos excelentes hacia la sexta década (1860). Uno de ellos, la firma Fernández y Aponte, llegó a producir gracias a la selección, una raza conocida por este nombre de Caballos de Paso Fino, muy admirada en las Antillas.”

Según el historiador, ya a mediados del siglo XIX se le llamaba Caballos de Paso Fino a la caballada criolla puertorriqueña, y ya en ese tiempo era conocida y “admirada en las Antillas”.

Primera Feria Exposición

La Primera Feria Exposición Pública de la Industria, Agricultura y Bellas Artes se celebró en junio de 1854. Los ganadores fueron:

  • Patro, de Carlos Micard, como el más veloz y resistente en la carrera al escape;
  • Palanqueta, de Máximo Saldaña, como andadura del país;
  • Bravo, de Fernando Roig, como mejor perfección de formas;
  • Canario, de Bartolomé Elzaburú, como el de mejor alzada, poder y doblez en la musculatura;

Además, a José Ramón Aponte se le adjudicó como premio un semental europeo por tener el potrero con el mayor número de yeguas y padrotes.

Los mejores de todo el Archipiélago de las Antillas

José Julián Acosta, en la obra Historia de Puerto Rico publicada en 1866, dice:

“Creemos que la raza caballar y vacuna que se crían en las fértiles llanuras de la isla, y que constituyen buena parte de su riqueza, son los mejores de todo el Archipiélago de las Antillas […]. Esa superioridad es debida al buen cultivo de los prados naturales y en algunos casos artificiales y el sistema de selección que por instinto practicaban nuestros labradores. La celebrada raza de caballos ‘Aponte y Fernández’ debe sus brillantes cualidades a la misma selección.”

Cayeyano, Cayey, Caramelo, Faraoncito

En la segunda década del siglo XX apareció un excelente caballo de un color superior, de varias patas blancas y de mucha ejecución. Este caballo era hijo de Faraón y se le conocía por varios nombres, de acuerdo a los diferentes dueños que tuvo: Cayetano, Cayey, Caramelo y Faraoncito.

Don José Pérez Llera, dándose cuenta de su capacidad como reproductor, lo uso en sus mejores yeguas de cría, produciendo varios caballos famosos que más tarde fueron reconocidos como Jefes de Raza, a saber:

  • Dulce Sueño, de Genaro Cautiño;
  • Regalo, de Veremundo Quiñones;
  • Toledo, de Manuel González;
  • Príncipe, de Eduardo Méndez.

Dulce Sueño, padre de la raza

El caballo Dulce Sueño nació en Guayama a comienzo de la década del ’20 y se le considera el padre del Paso Fino moderno. Su propietario fue Don Genaro Cautiño Insúa quien, según cuenta una anécdota popular, rechazo un cheque en blanco que envió Rafael Leonidas Trujillo, Presidente de la República Dominicana, con la intención de comprarlo.

Dulce Sueño tuvo alrededor de 70 hijos, muchos de ellos campeones en Puerto Rico y la República Dominicana, y su sangre la encontramos en todos los caballos de Paso Fino Puro Puertorriqueño, especialmente a través de sus hijos Guamaní, Batalla y Nochebuena.

Dulce Sueño murió el 29 de abril de 1941, y al día siguiente, el diario El Imparcial anunciaba su muerte y lamentaba la pérdida del “mejor semental” y del “más grande exponente” de deporte equino de Puerto Rico. Sus restos están enterrados en la finca La Tuna de Guayama.

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