Antón pidió un postre de papaya con queso blanco y lanzó unas palabras con mucho ímpetu, cuando afirmó que el caballo de paso fino es único en el mundo y que alimenta muchas leyendas. Después, por sus ojos pasó una expresión de disgusto, cuando dijo que de un tiempo a esta parte camina por los laberintos de un precipicio.

Dichos de Antón sobre el Caballo Puertorriqueño de Paso Fino (11)

Antón mantiene un tono pesimista con la raza y la verdad es que no lo culpo, a mí también me preocupa mucho su futuro, aunque por motivos diferentes.

Antón piensa que tenemos un problema muy grave con los juzgamientos y cree que la única manera de resolverlo es usando jueces “puristas”. Yo creo que eso es un arma de doble filo que puede causar más mal que bien y, cuando veo juzgamientos como los que hubo el pasado domingo en las Estatales, me reafirmo en que los jueces profesionales son el camino a seguir.

Más allá de los juzgamientos, el deporte de Paso Fino está pidiendo a gritos que repensemos una serie de cosas. No cambiar por cambiar, sino cambiar para poner la raza por encima del deporte. Ese, pienso yo, es el gran precipicio que tenemos de frente.

Déjame decirlo de otra manera… Muchos criadores están encastando para el deporte, buscando producir ejemplares ganadores. Llevan años, muchos años, encastando de esta manera. Y en esa búsqueda del próximo “campeón” no se dan cuenta (o se hacen de la vista larga) de los defectos que se siguen proliferando en nuestros caballos. No sé si seré yo, pero desde hace tiempo veo que los hijos no están a la altura de sus padres, y los padres no estaban a la altura de los abuelos. Claro, a veces nace una excepción, pero la raza no se mide por un puñado de ejemplares extraordinarios, sino por lo que muestra la mayoría… y en la mayoría, la raza está aumentando en los defectos y disminuyendo en la calidad de los ejemplares.

¿Sabes qué es lo que pasa? Que estos ejemplares que se encastaron para la pista no se diseñaron para la reproducción y, aunque pueden tener una o dos virtudes, tienen muchos defectos que se transmiten a su descendencia. Cuando multiplicamos esto por varias generaciones tenemos como resultado la pérdida de tamaño, aplomos deficientes, cuellos cortos o mal conformados, merma en el brío, falta de elasticidad, disminución de la naturalidad en el ritmo, etc., etc., etc…. basta que miremos objetivamente nuestras competencias para que nos demos cuenta de nuestra realidad: ejemplares sin reunión, sin elasticidad, sin finura, sin ritmo, sin naturalidad. Ese no es el Paso Fino que definen nuestros reglamentos.

Si la raza fuera lo primero y el norte de los criadores fuera su mejoramiento, no se encastaría pensando en la pista, sino pensando en producir caballos que reúnan todas las características que hacen que un caballo sea de Paso Fino. Encastaríamos buscando el ideal de la raza, pero conscientes que también estamos encastando los sementales y yeguas de recría del futuro. ¿Qué significa esto? Que además de buscar producir ejemplares finos, reunidos, naturales, etc…. también buscaríamos animales con los menos defectos posibles. Nuestra meta como criadores sería mejorar nuestra crianza con cada nueva generación. El criador que encasta para la raza, aunque sus ejemplares se comparen con otros en la pista, sabe que está produciendo animales para la recría… y eso hace una gran diferencia.

Piénsalo de esta manera: si la calidad de los “campeones/as” baja (y está bajando), la calidad de la próxima generación también bajará (porque la mayoría de los criadores encastan de los campeones). Pero si la raza mejora, los ejemplares mejoran y el nivel de competividad en el deporte también mejora.

Le hemos dado al deporte un papel protagónico, cuando lo verdaderamente importante es la raza. Recuerda que la raza puede existir sin el deporte, pero para que exista el deporte necesitamos mantener viva la raza.


En el 2010 le hicimos una visita a Irene y Tique Sánchez en La Ventanita para admirar a su consentido, Linaje de la Excelencia que comenzaba a despuntar como semental. Ya desde ese tiempo sabíamos que con sus cualidades y su fondo de raza, no podía fallar. Linaje es un ejemplo de un cruce que fue diseñado para la raza, con líneas abiertas y una batería de yeguas extraordinarias (Jackeline, Armonía, Carrilera, Wendolyn, Tentadora, Sayonara…), pero, sobre todo, un cruce que buscaba fijar las características que estaban ausentes en la raza (brío, posteriores y buena conformación), minimizando los defectos congénitos que pudieran pasar a su descendencia. Una prueba de que cuando se encasta correctamente, el producto no solamente sobresaldrá en la pista, sino que también brillará en la reproducción. El pasado domingo, en las Estatales, Linaje alcanzó el título de Jefe de Raza. En la foto lo monta Andrés Narváez.

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