Don Romualdo

by Romualdo on June 10, 2007 in mis caballos

Cuando comencé a estudiar seriamente los Caballos de Paso Colombianos, lo que más me llamaba la atención, era la forma como el ideal de esta raza había ido cambiando con los años…

Si nos fijamos en los caballos Colombianos de la década de los años ’60 y ’70, vemos un caballo más desplazado y más levantado de sus manos… Inclusive, la forma en cómo se evaluaban también era muy distinta a la actual… En aquel entonces, una de las “pruebas de dificultad” consistía en soltar el caballo al escape desde un extremo del picadero, y se paraba en seco al llegar al extremo opuesto… con esto se pretendía demostrar la “boca” o el arreglo del caballo… Pero a partir de los ’80 se dio un fenómeno que revolucionaría el Caballo de Paso Colombiano para siempre: Capuchino…

Capuchino trajo otra forma de ver el Caballo de Paso Colombiano, digamos que lo “subió de nivel”… y de pronto todos querían un caballo que fuera más corto en su traslación… de movimientos más rápidos… y más “fino” o bajito de sus manos…

En el Paso Fino (PR) también habíamos visto surgir un fenómeno similar “aunque en menor escala” a fines de los ’60, cuando Kofresí “refinó” un poco el ideal de nuestra raza… pero podemos decir que fue Capuchino quien lo puso de moda en el mercado americano e internacional…

Para el año 1992 uno de los caballos Colombianos más comentado era El Clássico de Plebeyo… un ejemplar impresionante por su rapidez y corta traslación… verdaderamente era un espectáculo verlo parado en la tabla, marcando el Paso… pero, a pesar de eso, había algo que para mí era indispensable en un verdadero caballo de Paso Fino y que El Clássico no tenía: naturalidad…

El Clássico había sido un caballo “tardío”… y todos sabían que en su comienzo, antes de “meterlo” a paso, había sido un caballo trochado… En ese año (1992), El Clássico ganó el título de Campeón en el show de Spectrum… y el título de Campeón Reservado cayó sobre otro caballo moro que me dejó fascinado, su nombre era Petrolero del Juncal…

Petrolero era un caballo impresionante… su finura, su rapidez y su brío… recuerdo que en la tabla parecía que se le quería salir de abajo al montador… y esto acompañado de un fenotipo excelente y del color moro que tanto me gustaba… desde ese momento, Petrolero se convirtió en mi “ideal” del Paso Colombiano… y aún hoy, si tuviera una yegua Colombiana, Petrolero sería el primero en mi lista de padrotes a considerar…

Al año siguiente, en la Mundial de 1993 celebrada en la República Dominicana, Petrolero logró el campeonato en la categoría de caballos adultos… y luego fue llevado a Colombia, donde obtuvo varios campeonatos y fue usado como padrote… En 1995 regresó a Estados Unidos y me avisó su dueño, Cristóbal Rodríguez, que el caballo venía para la Mundial a celebrarse en Puerto Rico a finales de ese año…

Tan pronto supe que Petrolero venía para Puerto Rico empecé a hacer planes para servir mis dos yeguas: Bucaná y La Cenicienta… pero, al enfermarse La Cenicienta (y morir más tarde) y conociendo los problemas que tenía Bucaná, empecé a considerar otras alternativas… fue entonces que decidí alquilar un vientre para servir de Petrolero…Una vez tomada la decisión era cuestión de elegir la yegua… y un día, hablando con Andrés, me dice que la yegua Wendolyn estaba a punto de parir de Capuchino… Wendolyn, además de Caribe de Domingo y Cuentas Claras, tenía un potro mediasangre muy bueno llamado El Nazareno… Así que le alquilé el vientre a Quiquito (Molina) pero Wendolyn murió antes de poder servirla de Petrolero… Hoy me lamento por yeguas como Wendolyn y Miss Portacoelli, que se reservaron para parir de caballos Colomianos… ¿qué hubieran dado con un Labriego?… ¿de cuántos campeones nos privamos por insistir en el cruce de las dos razas?… ¿y cuántas yeguas Puras todavía podrían ser “rescatadas”?…

Al morir Wendolyn, Quiquito me ofreció varias alternativas y me decidí por La Artillera, una hija de Resorte IV en Pistolera (Contrapunto)… La Artillera era un yegua cebruna, muy rápida y de excelentes posteriores… pero lo que me llamaba la atención de ese cruce era el doble Contrapunto que se daba por la línea materna de Petrolero: Contraseña/Contrapunto… y por la línea materna de Artillera: Pistolera/Contrapunto… así que Don Romualdo llevaría la sangre de los tres ejemplares más importantes del Paso Colombiano en esa época: Contrapunto, Bochica (abuelo de Petrolero por Postín) y Resorte IV (irónicamente, la línea más popular hoy en día y con la tenía mis reservas)…

Bucaná, tal y como habíamos anticipado, no quedó preñada… pero Artillera quedó preñada del primer salto… y en diciembre 28 de 1996 nació un potro macho al que le puse por nombre Don Romualdo… Don Romualdo era la realización de un sueño: al fin tenía un hijo de ese caballo que tanto admiraba… pero muy pronto se convirtió en nuestro favorito, no por su padre, sino por méritos propios…

Don Romualdo era un caballo completo: natural, fino, grande y con un buen fenotipo… pero lo que sorprendía a todos era su colección… un caballo muy, muy corto y muy rápido, desde el primer día que le pusimos la silla… inclusive, hasta pasábamos trabajo tratando de que caminara un poco más largo porque no queríamos comenzar a exigirle desde tan joven…

Claro, como todo caballo, Don Romualdo tenía sus defectos… su “debilidad” eran sus posteriores, y teníamos que vigilar el ángulo de sus cascos pues, si dejábamos que aumentara mucho, comenzaba a pisarnos con la punta en lugar del talón… pero fue al llegar con él al Show Internacional de Ponce, que nos señalaron su gran “falta”…

En diciembre del año 2000 Don Romualdo estaba cerca a cumplir los cuatro años… hacía tiempo que estaba listo, pero estábamos esperando Ponce para presentarlo en el show más importante de Puerto Rico… Habían sido meses de muchísimo trabajo y sacrificios… y todas las ilusiones se quedaron en la puerta de la prepista cuando nos dijeron que estaba descalificado por su careta… ¡no fue hasta ese momento que nos percatamos de que el reglamento de CONFEPASO discrimina contra lo que los colombianos catalogan “blanco excesivo”!…

Es curioso pero Los Abiertos nacieron de la necesidad de crear un picadero “abierto” donde pudieran competir todos los caballos de Paso Fino: mediasangre, Clombianos y Puros… de ahí el slogan: “competencias abiertas, único camino”… Pero según fueron creciendo, se fueron colombianizando… y poco a poco asumieron la visión “internacional” del Paso Fino, que responde únicamente a los intereses colombianos representados en CONFEPASO…

Pedregal (otro hijo de Petrolero), montado por Jorge Suárez, ganó la clase y quedó Campeón en ese año… así que en medio de la decepción y del coraje, hablé con Jorge para enviar a Don Romualdo a Ocala… La PFHA no se rige por el reglamento de Confepaso, así que Don Romualdo podía competir en Estados Unidos sin problemas… pero la intención no era competirlo, sino venderlo…

Algo que me llamó la atención es cómo un reconocido criador de Caballos de Paso Colombiano me dijo que una alternativa era tatuarle el hocico al potro, de esta manera no se notaría el “defecto”… Me resultó sarcástico que aquellos que más defienden el reglamento de CONFEPASO, son también los primeros que buscan la manera de “darle la vuelta” para acomodar sus intereses…

Volviendo a Don Romualdo… nunca supimos lo que sucedió en la cuarentena, pero tanto Don Romualdo, como un hijo de El Clássico que también iba en ese grupo, llegaron resabiados a Florida… y después de un año tratando de llevarlo de nuevo a su sitio, al final Jorge me sugirió caparlo y venderlo para “pleasure”…

Honestamente, nunca debí llevarme el potro para Ocala… al contrario, debí quedarme con él y disfrutármelo yo… además, aunque nunca lo hubiera podido competir por culpa de su “defecto”, eran muchas las personas que querían usarlo como padrote…

Don Romualdo fue el mejor Caballo de Paso Colombiano que he tenido… y a la misma vez, la mayor desilusión… no con los caballos, sino con las organizaciones que regulan esta raza… Aún así, todavía tenía otros dos ejemplares Colombianos… Sincronizado, un hijo de Profeta de Besilú… y Dulce María, una yegua mediasangre hija de Candelito en Miss Portacoelli…

En el próximo artículo les voy a contar de Labranza… y cómo esta yegua es la responsable por mi regreso al Purismo…

La Cenicienta

by Romualdo on May 31, 2007 in mis caballos

Para el año 1988 mi primo y un socio estaban trayendo caballo de Florida para venderlos en Puerto Rico… su mercado eran los aficionados a los rodeos y a las carretas (que estaban de moda en el área sur), por lo que mayormente traían Quarter Horses, Appaloosas y Belgas… pero un día me llamó para decirme que habían traído unos ponies, por si quería ver uno para Maldy (mi hijo, que en ese entonces tenía dos años)… Así que después de dos o tres años fuera de los caballos, compré un pony alazano tostado con crines guajanas para Maldy… y le llamamos “Be Happy”, que era parte del título de una canción que Maldy se pasaba repitiendo: “Don’t worry, be happy”

La verdad es que Maldy nunca desarrolló el gusto por los caballos… pero Be Happy sirvió para despertar el mío… Poco tiempo después, mi tío me ofreció la barriga de una de sus yeguas… y oficialmente, mis “vacaciones” se habían terminado…

De esa barriga nació Rocío… una potranca zaina hija de Naranjito (Naranjo / Soñador / Telégrafo / Guamaní) en Bucaná (Bucanero en Tenerife)… Rocío era grande, bonita y delicada, pero no era una yegua de competencias, le faltaba velocidad… así que decidí hacer un experimento y cruzarla con un caballo Colombiano que pudiera darle la rapidez que a ella le faltaba…

En ese entonces (1991) ya yo frecuentaba las competencias de Los Abiertos y estaba al tanto de las líneas colombianas “de moda”… pero me preocupaba la tendencia a la Trocha que podía observarse en algunas de esas mismas líneas… así que me di a la tarea de buscar un padrote que tuviera lo que buscaba, pero a la vez, que fuera natural en su paso…

Aunque los Resorte ya eran la línea preferida en las pistas, yo me inclinaba más por la línea de Plebeyo (Chucuanos)… el problema es que aquí no había muchas opciones para encastar… al menos eso era lo que yo pensaba… hasta que fui a una competencia en Trujillo Alto donde Rafi Rivera llevó un caballo buenísimo que le dio “una chiva” al caballo Cancionero… el caballo de Rafi se llamaba Hirohito…

De este cruce salió La Cenicienta… una potranca baya que tenía un trote suspendido mientras corría suelta con su madre… pero que tan pronto la destetamos y le pusimos un jaquimón con una soga, dejó el trote y empezó a marcar los cuatro tiempos del Paso Fino… así que decidí vender a Rocío y aventurarme en el mundo de los Caballos de Paso Colombiano con La Cenicienta…

Ya había pasado un tiempo cuando supe que mi tío estaba pensando vender a Bucaná, la última yegua que le quedaba… pero no era sólo “una yegua”, sino una de las mejores yeguas que él había encastado… y una de mis preferidas… así que la compré y probé echándole a Labriego… Bucaná me dio un potro muy, muy fino, pero le faltaba el empuje y los posteriores que yo había visto en los Colombianos…

Fue entonces que decidí cruzarla con Nevado, que había llamado mi atención por su brío y fenotipo… y más tarde con Petrolero, uno de mis preferidos entre los Caballos de Paso Colombiano… Bucaná siempre había tenido problemas de ovulación y ninguno de esos dos cruces (o ningún otro) pudo darse por más que tratamos de empadronarla… Aún así, Bucaná siempre fue “mi yegua”… la que yo montaba cada vez que iba a las cuadras… y que sólo vino a ser sustituida por Labranza muchos años después…

Mis primeros pasos en el Paso Fino

by Romualdo on May 27, 2007 in mis caballos

Cuando yo tenía quince o dieciséis años, solía ir casi todos los sábados con mis primos a las cuadras del Dr. José M. Berio en Corozal… Cesar (Figueroa) seguía viviendo en nuestra finca, pero trabajaba entrenando los caballos del Dr. Berio… y a nosotros nos gustaba ir para montarnos en los potros cerreros que se estaban empezando a domar…

En ese tiempo, los caballos del Doctor venían mayormente por la línea de Soñador… y sus dos padrotes eran: Casanova, un hijo de Soñador en Maja; y Marco Antonio, hijo de Negrete en Nochebuena II… Yo tenía un dinerito guardado y un día le compré un hijo de Marco Antonio en la yegua Contesa (madre de Emperatriz y abuela de Omega de Bucanero)…

Ese potro murió de un cólico a las pocas semanas de haberlo comprado… así que un día, caminando por Plaza la Américas, me encontré con el Doctor que me dijo que fuera a buscar un potro que tenía para regalarme… y no tuve que esperar mucho porque el sábado siguiente, al llegar a la finca, ya Cesar había ido a buscar el potro y lo tenía amarrado en el bañadero esperándome… El potro era hijo de Casanova… y habiendo sido un regalo del Doctor, le puse por nombre Regalo…

Regalo fue el primer caballo donde puse en práctica lo que Cesar me había enseñado… desde machucarlo… esa primera etapa con la jaquimita de soga (que muy pocos usan hoy en día)… hasta la serreta… y la embocada… Además, aunque acostumbrábamos llevar los caballos de mi tío (Barón Valles) a competir… Regalo también fue el primer caballo con el que experimenté la emoción de estar en el picadero compitiendo…

Años más tarde seguía visitando la finca del Doctor Berio… y había un grupo de potros y potrancas de seis o siete meses, sueltos en un cercado cerca de la entrada de la finca… de ese grupo, había un potro que me llamaba mucho la atención por lo delicado de su pisada… y aunque casi no levantaba las patas del suelo, se le veía muy suelto de sus menudillos… así que vendí a Regalo y le compré ese potro al Doctor…

Era un potro cebruno hijo de Cialito en Sarah (Retador en Marina)… No era el más bonito del mundo, pero lo que me había gustado de él era su delicadeza y finura… además de un brío espectacular que había heredado de su madre… y como era hijo de Cialito, lo llamé Cialito II…

Con Cialito II seguí puliendo lo que había empezado a practicar con Regalo… desde las primeras montas… hasta la embocada final… y cuando se me “trancaba el bolo”, siempre estaba Cesar para darme una mano… También mi primo, Paco, que siempre ha tenido una mano excelente para los caballos… y una sabiduría innata para saber cuál es el problema y cómo resolverlo…

Un día, hablando de caballos con mi abuelo, me ofreció regalarme otro potro… pero me dijo que buscara bien porque él quería que fuera algo especial… así que con la ayuda de Paco, nos dimos a la tarea de visitar los potreros de algunos amigos… y vimos tres potros “especiales” que nos gustaron muchísimo… el primero lo vimos en Vieques, en las cuadras de Carlos Conde… era un potro de veinte meses que estaba empezando a montarse… y que más tarde se conocería como Areyto… y el segundo, un potrito de dos o tres meses que nos enseñó don Charlie Heusler… el potrito era una maquinita detrás de su madre y don Charlie decía que era cómo un “relojito suizo”… ese potrito era Caribe de Domingo… De estos dos… Carlitos Conde pedía mucho por Areyto… y don Charlie nos enseñó a Caribe, pero no lo tenía a la venta…

El tercer potro que nos había gustado tampoco estaba a la venta… pero siendo de mi tío, seguimos insistiendo y accedió a vendérmelo… era hijo de Retozón (Retador en La Bruja) en Toñita… y como era el último hijo de Toñita, Tío Barón lo tenía en su casa en lugar de en la finca…

A este lo bauticé El Vasco… y era una maquinita… muy rápido y delicado… con una mecánica casi perfecta… El Vasco tenía un hermano completo, pues Tío Barón le había prestado la yegua (Toñita) a Marino (Rodríguez) para coger una cría de Retozón y él se la devolvió preñada del caballo… el potro de Marino se llamaba Raíces…

En ese momento no lo sabíamos, pero ese cruce repitió varias cosas… ambos eran potros finísimos… ambos eran potros hermosos, de color negro cerrado… ambos eran potros de brío… pero también, ambos eran criptórquidos, o sea, que tenía un testículo retenido…

Al poco tiempo de haber comprado El Vasco, Marino decidió mudarse a la Florida y estaba buscando un potro joven para llevarse como padrote… yo le había pedido a Cesar que se llevara a Cialito II a la finca del Dr. Berio para recuperarlo, pues unos meses antes me lo habían robado de las cuadras de Juan Ramón y, aunque lo habíamos recuperado, necesitaba un descanso…

Marino llegó a la finca de Berio cuando Cesar estaba montando a Cialito II y enseguida dijo que lo quería… así que decidí venderle el potro y quedarme solamente con El Vasco… y unos días más tarde Cialito II iba de camino a su nueva casa en Ocala… Esta es una decisión que lamenté muchas veces, pero en ese momento no conocíamos la condición de los hijos de Toñita y Retozón…

Los caballos que tienen un testículo retenido, en ocasiones, pueden desarrollar problemas de temperamento… y siendo un caballo de mucho brío, El Vasco se fue poniendo violento hasta el punto de morderse él mismo su pecho cuando lo montaba… llegó a ser una odisea trabajar con él… aperarlo y hasta sacarlo de la jaula… así que cada vez lo trabajábamos menos, hasta que un día amaneció muerto de un cólico en su jaula…

Después que murió El Vasco tuve un hijo de Cialito II que había encastado el Dr. Berio con Victoria, una yegua hija de Soñador… este potro se llamaba Guerrillero y era un ejemplar de mucho paso y mucho motor… pero no era fino… y al tiempo se lo vendí a Felo Negrón, quien lo tuvo muchísimos años y hasta lo uso para encastar…

Después de Guerrillero decidí tomar mis primeras “vacaciones” en los caballos… vacaciones que rompería para entrar en los Caballos de Paso Colombiano… pero de eso les cuento en el próximo artículo…

Comanche

by Romualdo on May 24, 2007 in mis caballos

A fines de los años 60 yo era el fanático número uno de la serie de televisión Gunsmoke… o La Ley del Revolver, cómo le llamábamos en español… no me perdía un episodio… tan así que uno de mis tío empezó a llamarme el Marshall Dillon, cómo el protagonista de la serie… Además del Marshall Dillon, mis otros favoritos eran Bonanza, El Hombre del Rifle (The Rifleman), El Gran Chaparral, El Llanero Solitario, The Wild, Wild West… ¡todo lo que tuviera que ver con vaqueros me gustaba!

Y un día, en medio de esa afición a todo lo que tuviera que ver con el “viejo oeste”, me regalaron un libro sobre las distintas razas de caballos… Era un libro para niños, pues yo tendría cerca de 10 años… y en lugar de hablar de las razas en sí, contaba una historia para cada una… y era, a través de la historia, que te llevaba a conocer cada raza en particular… Recuerdo que en lugar de fotos, el libro tenía ilustraciones… y hubo una en particular que llamó mi atención…

La lámina mostraba una gran pradera llena de búfalos… y unos indios sobre sus caballos que, con sus arcos y flechas, perseguían un búfalo… los indios montaban unos caballos llamados Appaloosa que cautivaron mi imaginación… así que unas semanas más tarde ya había hecho a mi madre recorrer todas las librerías del área metropolitana hasta encontrar un libro sobre los caballos Appaloosa…

Un año más tarde, mi abuelo me invitó a la finca de los Ubarri… además de ser amigos, mi abuelo (por parte de padre) tenía caballos en el hipódromo y ellos criaban caballos de carrera… así que el viaje al potrero no me sorprendió… pero al llegar allá, me encontré con la sorpresa de que ellos tenían un grupo de yeguas Appaloosa… y el verdadero propósito del viaje es que yo viera, en carne y hueso, esos caballos que tanto me gustaban…

Pasaron unos meses y mi abuelo me enseñó las fotografías de dos potros Appaloosa de 18 meses para que escogiera cuál me gustaba… la primera, un hermoso potro leopard, y la otra, uno zaino cebruno con blanket, ¡igualito a la lámina que hacía casi dos años me había cautivado!…

Comanche (ese fue el nombre que le puse) era hijo de Poteet Dandy en Freckles Checo, y había nacido en Ft. Lauderdale, Florida… y aunque nunca me dijeron, creo que fue a través de los Ubarri que lo consiguió mi abuelo…

Ya una vez en la finca, Comanche era la sensación del barrio… tanto por su color… como por su velocidad, porque en esa época nos gustaba echar carreras y Comanche siempre llegaba en primer lugar… aunque debo reconocer que uno de mis primos tenía un caballo canario “El Rubio” que le daba la pelea…

A Comanche lo tuve por varios años… pero, aunque era un animal dócil, la verdad, le tenía un poco de respeto al caballo… todavía me acuerdo un día que íbamos, mis primos y yo, paseando por la carretera… cuando de repente, venía un camión tocando la bocina… Comanche se puso nervioso… y aunque siempre pude controlarlo, el susto que pasé fue monumental… Así que un día le dije a mi abuelo y él se lo llevó para el hipódromo… allá trabajo de “pony” por muchos años, llevando los caballos a traquear a la pista…

Como diez años más tarde, durante un verano, tuve la oportunidad de participar con mis primos en unos rodeos en el Guaynabo Riding Club… y estoy seguro que si hubiera tenido a Comanche en ese tiempo, de verdad lo hubiera aprendido a disfrutar… tan es así, que si tuviera una finca y la oportunidad de tener varios caballos… uno de ellos sería un Appaloosa…