Por Antonio Ramírez Córdova

Antón pidió un bocadillo de mantequilla de maní y levantó la mano, que parecía flotar en el aire y dijo que los reglamentos del paso fino tal parece que le permite a los jueces que hablen o cuchicheen entre ellos antes de emitir el correspondiente laudo, cosa que según él resulta sospechoso, lúgubre, de mal gusto y rotundamente antiético, puesto que se presume que conocen el abc de dicho deporte. Luego, después de un breve silencio, subrayó que todo juez le debe responder a su buena conciencia, una vez haya acumulado en su sapiencia, la imparcialidad y la pulcritud. Entonces, se bebió su consabido trago de ron blanco y guardó silencio.

Dichos de Antón sobre el Caballo Puertorriqueño de Paso Fino (14)

Hace unos días Minincito Kuilan pidió que le preguntáramos a Antón “qué el piensa sí a éstos magníficos jueces los ponen a juzgar por separado y a entregar tarjetas con resultados sin tener que hablar entre ellos”. El Dicho de hoy es la respuesta que Antón le envía a Minincito.

La realidad es que aunque nosotros juzgamos a nuestros caballos siempre de la misma forma, esa no es la única manera de hacerlo. Y me refiero a todo lo que envuelve la competencia, no sólo la comunicación entre los jueces. Por ejemplo, cuando el deporte comenzó no había recorrido individual, ni figura del “8”, ni tabla de resonancia. Eso se añadió para darle uniformidad a las pruebas y que todos los ejemplares tuvieran que cumplir con unos mismos requisitos durante la competencia.

En el caso de los jueces, en aquella época la votación se hacía asignándole puntos a una serie de características: posición de cabeza, quietud de ancas, reunión, aplomos, etc… los jueces iban anotando los puntos de cada ejemplar en su tarjeta de votación y al final esas tarjetas se sumaban en la mesa de cómputos y se daba el laudo según los puntos que había recibido cada ejemplar. En aquella época los jueces no se hablaban entre ellos… y tampoco había explicaciones al final de los eventos.

Esa es la razón básica—la explicación—por la que los jueces se consultan entre sí. Sin consulta no puede haber un consenso (en nuestras competencias actuales los jueces se tienen que poner de acuerdo en qué posición tiene cada ejemplar), y sin un consenso no puede haber una explicación del por qué se dieron esas posiciones. Hoy en día todas las decisiones son unánimes, por eso cualquiera de los jueces puede explicar la decisión (dentro de sus capacidades como comunicadores).

No estoy diciendo que un sistema sea mejor o peor que él otro, cada uno tiene sus ventajas y desventajas. Más aún, creo que sería provechoso experimentar con otras formas de evaluar nuestros ejemplares. Pero esas nuevas formas tienen que partir de un conocimiento correcto de lo que se busca en una competencia de Paso Fino (muchos dueños actuales no entienden la forma como se juzgan los ejemplares).

Lo que me llama la atención, tanto en la pregunta de Minincito como en la respuesta de Antón, es que ellos infieren que los jueces hacen algo “malo” cuando se hablan entre ellos. En eso no puedo estar de acuerdo.

Tenemos que partir del supuesto de que los jueces son personas íntegras, capaces y de moral probada. Recordemos que los jueces profesionales pertenecen a una organización que tiene un comité de ética que los evalúa. También debemos entender que la entidad que organiza la competencia ha evaluado su desempeño anterior y los escogen porque piensan que están calificados para hacer su trabajo. Al final del día, si alguien no está satisfecho con la decisión que recibió su ejemplar y piensa que los jueces obraron indebidamente, tiene la facultad para radicarles una querella con la organización a la que pertenecen.

Los que tienen unos añitos en el Paso Fino recordarán los juzgamientos en la época antes que usáramos los jueces profesionales. Los jueces no se consultaban y se votaba por tarjetas, pero eso no era una garantía de imparcialidad y justicia en los laudos. Al contrario, eran muchas las veces donde se sabía de antemano cuál era el caballo ganador, no por sus méritos, sino porque los jueces se habían escogido para darles el premio a tal o cual caballo. Voy más allá, recuerdo una competencia donde unos jueces juzgaron todo el día y se trajeron jueces nuevos para el evento de campeonato. Ese día, el ganador estaba escogido antes de que los ejemplares entraran al picadero… y los jueces no se consultaron entre sí y llenaron sus tarjetas de votación.

Lo que quiero decir es que en la época del “panismo” los chanchullos eran la orden del día, por eso se trajeron los jueces profesionales al deporte, para darle seriedad e imparcialidad a los juzgamientos. Los que vivimos esa época reconocemos el gran adelanto que significó usar los jueces profesionales.

Hay un refrán que dice que la calentura no está en las sábanas… siempre habrá personas que no estarán de acuerdo con los jueces (lo vimos en la encuesta que se hizo en PasoFinoRazaAutóctona), pero su problema con los jueces no necesariamente está en los juzgamientos…


Foto del gran Freko, hijo de Cialito en Furiosita, propiedad de Diego Suárez y montado por Minín Kuilan. Freko fue sinónimo de finura en su época, era un lujo ver a Minín girarlo en la misma tabla sin que Freko perdiera su ritmo, ni su reunión, ni su finura.

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